-Alice, tengo un plan.-
Me giré, incrédula, hacia mi hermano pequeño Seth.
Teníamos <
Aún así dotado de gran inteligencia, los planes de Seth fracasaban uno tras otro desde hacía ya tres años; pero él había jurado por la muerte de nuestra madre que le devolvería el juicio a papá, o que al menos le haría dejar la estúpida afición que la mató.
“ Le odio, le odio, le odio ”, pensé, “ Ojalá hubiera muerto papá y no mamá”
-Alice, contrólate.- Me dijo Seth, abriéndome la mano en que sujetaba el vaso que estaba a punto de romper.
-Un poco de optimismo.
-¡Optimismo y una mierda!- Le grité, estampando el vaso contra el suelo y rompiendo a llorar.
-Te prometo que esta vez sacaremos a papá de allí.
-¿Cuantas veces has dicho ya eso?
-Es la primera vez que te lo prometo.
Me callé. No se como pero Seth siempre conseguía hacerme entrar en razón.
Entonces, de repente, sin poder evitarlo, me vino a la mente <
-¡No!- Chillé, fuera de mí, había perdido el control.-¡Noo! ¡NOOO! ¡BASTAA!
-¡Alice contrólate! ¡ CONTRÓLATE POR FAVOR! La imagen...- No pudo continuar, ya que había empezado a vomitar.
Yo no podía, no podía controlarme. Eché a correr.
Odiaba a mi padre con todas mis fuerzas.
Mi madre murió por su culpa.
Tuvo un accidente, se desangraba, pero iba a ponerse bien.
Entonces él tuvo que fastidiarlo todo.
Pensaba que se moría, y mi padre decidió hacer la técnica prohibida de alquimia para devolverle la vida a mamá, entregándole parte de su cuerpo.
Le salió mal.
Mi padre perdió los dos brazos y las dos piernas, y mi madre quedó hecha un monstruo.
Fue horrible.
Desde entonces, mi padre lleva las extremidades de metal y se ha vuelto loco.
Se pasa los días encerrado en su fábrica, intentando crear a la esposa que tanto quería, sacrificando personas inocentes por ella.
Siempre le sale mal, pero no se rinde.
Llevamos ya tres años intentando devolverle el juicio, pero no para.
La policía tampoco sirve de mucho. Encima que en esta aldea casi no tenemos servicios de esos, los pocos que hay tienen poca experiencia y no se atreven a entrar en esa fábrica por miedo a lo que les pueda hacer mi padre.
No lo soporto, mi padre... mi padre no puede crear a mamá con un poco de alquimia y gente viva.
¡NO PUEDE!
-¡¡¡ALICE, NO!!!- Me gritó Seth. Es lo único que recuerdo.
Cuando me desperté, me dolía todo el cuerpo.
Estaba tumbada en el suelo, al borde del precipicio.
Había intentado suicidarme.
-Suerte de tu hermano.-Me susurró una voz.
Seth...
Lo busqué con la mirada, no podía moverme.
Lo tenía agarrado a mi chaqueta, cerrando el puño con fuerza aún después de haber perdido el conocimiento.
Me había salvado la vida.
Gracias.
Entonces caí en la cuenta de que alguien acababa de hablarme. Me giré en la dirección de donde había venido la voz.
-¡Agh!
-¿Qué?- Me preguntó - ¿Nunca habías visto un hada?
¿Un hada?
Me esforcé por ver mejor lo que tenía delante.
<
Vestía toda de negro, con una capa y una capucha que le tapaba parte de la cara.
-Más bien pareces una bruja.- Le dije, sin mala intención.
-Qué malos modales.- Dijo, ofendida – Las hadas no somos tan cursos como las que salen en los cuentos de princesas.
Se dio media vuelta y echó a andar.
-En fin, - Dijo, con un suspiro - yo había venido a ayudarte, pero...
-¡Espera! No te vayas...¿Por qué has venido a ayudarme?
-¿Acabas de intentar suicidarte y no sabes para qué vengo a ayudarte?- Su voz sonó irónica, burleta- Pues vaya...
-¿Vienes a ayudarme a salvar a mi padre?- Algo se encendió en mi corazón, quizá fue la esperanza.
-¿Qué, ya no te parezco tan bruja, verdad?- Soltó una risita tonta en cuanto negué con la cabeza.
Ahora me parecía un ángel que había bajado del cielo para ayudarme.
Dio media vuelta más y se sentó a mi lado, a la vez que se quitaba la capucha para dejar al descubierto su rostro.
Su piel era blanca y fina como la porcelana, sus ojos azules brillaban como el mar. Su pelo negro le caía encima de la espalda y le llegaba hasta los tobillos; tan fino que parecía de seda.
Me quedé atónita con su imagen. Jamás había visto a alguien tan bello.
Te daba la impresión de que si la tocabas se rompería en mil pedazos.
-Para quitarle de la cabeza esa afición que le ha vuelto loco, a tu padre sólo le hace falta que le hagáis ver la realidad. Que le hagáis comprender que vuestra madre está muerta, que no pude resucitarla, y demostradle todo el sufrimiento que os ha creado con eso.
Dejé de mirarla y me centré en lo que me había dicho. Habíamos intentado muchas cosas, pero nunca eso. Era demasiado duro. La verdad era muy cruel.
Quizá porque tanto yo como Seth todavía albergábamos una pizca de esperanza en que un día mi padre lo consiguiera y todo se arreglara.
No... eso era imposible.
-¿Quien... eres tú?- Le pregunté.
-Mi nombre es Layla, belleza de la noche.- Contestó, soltando otra risita tonta.- Me envía la diosa Leah, la diosa del sufrimiento, para que te ayude.
-Encantada, - dije, medio aturdida - yo soy Alice.
-No hace falta que te presentes, lo sé todo sobre ti.
Me incorporé, haciendo una mueca de dolor.
-¡Ahg!
Seth se había despertado.
-Eres igual que tu hermana.- Dijo Layla, con sarcasmo, recordando que yo había gritado igual.
Seth se la quedó mirando, sin comprender nada.
-No te preocupes, ha venido con buenas intenciones.- Le dije, ayudándolo a ponerse en pie.
Nos fuimos a casa. Layla y yo le explicamos a Seth nuestro nuevo plan, y éste asintió maravillado.
-Mucho mejor que el mío - Había murmurado.
Decidimos no actuar hasta el viernes. Layla se quedó con nosotros hasta entonces.
Era encantadora.
Fue la mejor amiga que tuve en mi vida.
Nos contaba historias, no de princesas ni de príncipes, ni de ranas encantadas. Historias de verdad.
Seth y yo pasamos los mejores días de nuestra vida junto a ella.
Nos reíamos
Había olvidado eso. Hacía mucho tiempo que no había vuelto a reír.
Y Seth... me encantaba su sonrisa.
Si fue duro para mí, no me imagino como lo debió pasar él, que era el típico niño de mamá.
Tan sólo tenía siete años cuando murió...
Llegó el viernes.
Estábamos en frente de la fábrica de papá, decididos a entrar.
Seth estaba tranquilo, al menos lo aparentaba, yo todavía estaba eligiendo las palabras correctas, aunque sabía que cuando entrara allí se me olvidarían.
Empujamos las puertas de metal con todas nuestras fuerzas.
Allí estaba, envuelto de círculos de alquimia hechos a la desesperada con sangre humana.
.-Dios...-Murmuró Seth, tapándose los ojos, aunque yo no lo oí, porqué ya me había descontrolado.
-¡PARAA!- Le grité, fuera de mí.- ¡¿Papá, no ves lo que estás haciendo?!
Seth me cogió de la mano, habíamos empezado a llorar demasiado pronto.
-Papá, mamá está muerta, fue un accidente ¿vale?. No fue culpa tuya, en serio. Por favor déjalo ya.- Las palabras de Seth sonaron mucho más consoladoras que las mías.
Mi padre se giró, observándonos a Seth y a mí como si nunca nos hubiera visto. Parecía un fantasma.
-Papá, por favor,- Empecé yo, intentando no descontrolarme otra vez - ¿No ves por todo lo que nos estás haciendo pasar? ¡Míranos! - Le grité, cuando él apartó la vista hacia un hombre que había sobrevivido - Mamá ya no está... ¡pero somos tus hijos! Seth y Alice... ¿te acuerdas? Ahora sólo nos tienes a nosotros, y nosotros sólo te tenemos a ti.
Ya no podía más, la expresión con que me miraba mi propio padre me destrozaba por dentro.
Eché a correr y me senté al lado del acantilado, con las rodillas contra el pecho.
Entonces, sentí la necesidad de buscar a Layla, pero ya no estaba allí.
Se había ido.
Empecé a llorar otra vez.
Alguien me tocó el hombro.
Al principio pensé que era Seth, que venía a decirme que nuestro plan había vuelto a fracasar; pero al girarme, me di cuenta de que no era él.
-¡Papá!- Grité, abalanzándome sobre él. -¡Has vuelto! ¿Sabes quien soy?
-Alice, cariño...- Su voz sonó apagada, confusa. Como si hubiera estado durmiendo todo éste tiempo.
Le abracé con tanta fuerza que pensé que le habría roto un par de costillas, pero ni se inmutó.
Me devolvió el abrazo.
Me sentía feliz.
¡Seth! Ese pensamiento entró como un rayo en mi mente, quería vivir este momento feliz con él.
Fui corriendo a la fábrica, en compañía de papá, que no se separaba de mí, aunque andaba un poco zombie.
-¿Seth? ¡Papá ha vuelto! Sabe quien soy.
Seth no me miró, estaba allí, de pie, junto todo ese desastre.
-¿Cómo has podido hacer esto?- Dijo él, dirigiéndose a papá, que no parecía darse cuenta de que esa era <
Mi padre, nuestro padre, abrió tanto los ojos que parecía que se le iban a salir de las órbitas.
Tenía la mirada fija en su fábrica, en sus círculos de alquimia; en sus cadáveres.
Es sus ojos, pude distinguir sin la menor duda, de que todo lo que reflejaban era puro pánico.
Me estremecí.
Se acababa de dar cuenta de todo lo que había hecho, de que se había convertido en un asesino para intentar lo imposible.
Me acerqué a Seth y lo abracé con todas mis fuerzas.
Cerré los ojos.
Tenía miedo, no sabía lo que iba a pasar ahora.
Cuando los abrí, papá ya no estaba.
Se había tirado por el precipicio.
Si llegas a un punto donde te das cuenta
de que la vida no tiene sentido,
acabas de ver la realidad.
Si te suicidas,
acabas de perder la batalla.
Nura Miralles Salom
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